viernes, 9 de noviembre de 2007

Tu amigo está enfermo


“Señor Jesús, tu amigo está enfermo”
. Así te decían en algún momento de tu vida en la tierra. Hace días que nuestra comunidad del Carmelo de La Plata te está diciendo en la oración que tenemos a un amigo enfermo. Pero como los amigos de mi Amigo son mis amigos. Así sabemos que también es tu amigo, Señor y Amigo Jesús.

Tú lo sabes todo, Señor. Pero queremos de nuevo orar con toda la comunidad porque sentimos la necesidad de hablar contigo y como te lo decían las hermanas de Lázaro: “Señor, aquel a quien Tú quieres está enfermo” (Jn 11, 4). Y Aunque Tú dijiste: que esa enfermedad era para glorificar el Hijo de Dios por ella y el Evangelio afirmaba también que amabas a Marta, a su hermana y a Lázaro (cf Jn 11, 5) nosotros sabemos que somos tus amigos y te buscamos para decirte que en este momento contamos contigo para que te glorifiques en la vida y en la experiencia de nuestro amigo.

Te estamos también diciendo que aumentes nuestra fe porque somos muy débiles. Vivimos entre lo sagrado gastamos nuestra vida entre cosas buenas, mantenemos tu Palabra en nuestras bocas y en nuestras manos para anunciarla a los demás, pero a veces nos sentimos que somos débiles en la fe e incluso no nos atrevemos a pedirte para que obres con poder. Y sabemos que “una sola palabra tuya bastará para sanarlo”. Y queremos también tener la audacia de decirte con la mujer sirofenicia que llegó por detrás para tocarte el manto con la seguridad de que con solo tocarte se curaría o con la maravillosa certeza del leproso que te dijo “si quieres, puedes curarme”. Conocemos el Evangelio con certeza y sabemos que la vida se puede toda iluminar con tu Palabra, pero a veces nos quedamos cortos en confianza.

Hoy, Señor estamos aquí para decirte con certeza que puedes curar a nuestro amigo y hermano de comunidad. Pero también para decirte que este es un día ordinario de nuestra vida y que queremos vivir esta cuaresma al ritmo de lo que nos pides: intensificar la lectura de tu Palabra, intensificar nuestra oración si no en tiempo al menos en calidad y también aprender a responsabilizarnos de lo que somos: este cuerpo y lograr el señorío del mismo y por eso ayunamos y para poder dar a los demás eso que conseguimos con nuestro esfuerzo para no dar lo que nos sobra, sino lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo. Así sabemos que nuestra caridad es el fruto de lo que nos has dado para compartir con los demás.

También sabemos que nuestro hermanos se está uniendo a tu pasión, para vivir la pasión de su vida y de su cuerpo unido a tu experiencia como un sacrificio de expiación pero al mismo tiempo para celebrar contigo el amor que nos tuviste en la pasión.

De pronto nos quieres decir como en tu tiempo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida” y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. Pero también nos quieres repetir lo que le dijiste a María por medio de Marta: “El Maestro está ahí y te llama”. Que sea esta una oportunidad para levantarnos con prontitud para salir a tu encuentro. Queremos estar contigo, y nos vas a oir a todos decirte a coro: “Señor Jesús, tu amigo está enfermo”.

Vuelve a orar como en aquel tiempo, después que lloraste: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado”. También nosotros sabes que nos escuchas en este momento de la vida y estamos muy seguros de tu presencia en medio de nosotros. Glorifícate, Señor, porque Tú eres el mismo de siempre.


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