viernes, 9 de noviembre de 2007

Oración a las llagas de Cristo

Después de recorrer el camino de la Cruz nos encontramos con la contemplación de la misma persona de Cristo en el silencio profundo de la Cruz y como un Evangelio, que se abre a manera de libro. Por eso “ponemos los ojos en el que traspasaron” y en una actitud de fe y amor nos dejamos amar por el Señor.

Gracias, Señor y Amigo Jesús, que acabas de regalarnos tu vida para que recobremos la esperanza en la vida nueva. Te hemos visto hacer todo el camino de la Cruz y hemos reflexionado sobre cada uno de esos pasos que diste, a ritmo de entrega, para que cada uno de nosotros aprendamos a dejarnos redimir por el amor. Contigo recibimos la Cruz y nos pusimos en camino; contigo nos caímos con cada una de tus caídas y con la verónica te limpiamos el rostro; incluso te ayudamos a llevar la cruz con el cirineo y con María nos encontramos todos en el dolor de ese camino, que es el camino de cada día de todos nosotros. Lo que no podemos decirte con tanta claridad es que nos dejamos clavar en la Cruz y menos aún entregamos toda nuestra vida a tu estilo.

Pero al recorrer el camino de la Cruz con Jesús nos hemos ido identificando con el Maestro y hemos ido haciendo el discipulado del camino de todos los días en el vivir lo que nos toca y descubrir que Dios acontece en nuestras vidas. Y nos vamos sintiendo un poco más discípulos tuyos, Señor. Porque es el camino de la vida el que nos permite identificarnos con tu camino. O tal vez sería más preciso decir que es nuestro camino el que se ilumina cuando nos ponemos a tu ritmo.

Quiero, Señor y amigo crucificado, desde tu silencio, considerar cada una de tus llagas y descubrir todo el sentido que tienen para mi vida y la luz que me da el descubrir el ritmo amoroso de quien se ha identificado con cada una de las experiencias de la humanidad. Por eso no existe ningún dolor que no se pueda iluminar, ni ninguna experiencia negativa que no nos logre regalar algo que ayude a crecer en nuestra experiencia de hombres redimidos por esa Cruz redentora. Pero no nos queremos quedar en la Cruz sino en la Persona divina de Cristo que es la imagen misma de la imagen de cada uno de nosotros y en las situaciones más extremas que debamos vivir y afrontar.

En este primer momento quiero fijar mi mirada en la llaga del pie izquierdo y desde ella iluminar el camino de nuestra vida. Ya te dejaste clavar en la cruz para buscarnos más y lo que parecía imposible se convirtió en búsqueda. Ese quedarte clavado en la Cruz. Y es por eso mismo que nosotros seguimos caminando y encontrándote continuamente en el camino de la vida porque aún cuando queremos huir de tu presencia nos encontramos contigo porque siempre estas allí donde nosotros queremos alejarnos de Ti. Son esos caminos que hacemos hacia la realidad de lo negativo de la vida. O tal vez más de una de esas experiencias que hemos vivido, sin sentido, pero aceptadas de nuestros pecados que se sienten redimidas por ese silencio tuyo y esa pasividad de dejarte clavar en la cruz, mostrándonos que tantos pasos mal dados se pueden llenar de esperanza si los que vamos detrás de Ti, Señor nos dejamos redimir por tu amor y por tus llagas benditas. Sí. Te quiero dar las gracias por ese clavo que te dejó fijo en la Cruz para salvar realidades de nuestras vidas que pensábamos no tenían sentido.

Ahora quiero agradecerte, Señor Crucificado, la llaga del pie derecho por todo lo que yo no he sabido caminar para buscarte y por no saberte encontrar en tantos de los más cercanos que son tus hijos y mis hermanos. Yo en vez de caminar hacia ellos me dirigí a la otra parte, pensando que era mejor buscar el placer y lo que me gustaba, antes que descubrirte en mis hermanos necesitados de amor y servicio en la lucha y el dolor. Aquí te quiero presentar, Señor, mis flojeras y mis egoísmos cuando no caminé por el sendero del bien y de la verdad, en donde siempre te puedo encontrar. Y sobre todo, donde me esperabas dando lo mejor de mi mismo y haciendo el bien. Gracias, Señor porque con esa llaga de tu pie derecho me abres de nuevo el camino para no quedarme en el mal. Quiero besar ese pie que caminó hasta llevarme a encontrar el perdón, y permitió sanarme para levantarme a mí y a tantos para que nos quedáramos atados a esa pobre experiencia del pecado. Quiero darte gracias, mi Señor Jesús, por la paciencia y bendición que derramas sobre mi vida cuando amarrado en la Cruz por esos clavos dejas que tu pie me siga buscando sigilosamente en espera de una respuesta definitiva de seguirte. Y no a medias sino como lo pides Tú mismo en esa Cruz. Llaga del pie derecho bendice los caminos de la vida que debemos recorrer.

Con un profundo respeto pongo mi mirada en este momento en tus manos al levantar la mirada a esa Cruz que de modo horizontal redime continuamente y cada día todo aquello que no es de tu agrado y nos pone en camino de la verdad. Y allí me encuentro con tu mano , y el signo de su amor en esa llaga. Por eso te adoro llaga de la mano izquierda de mi Señor. Así te pido me des el valor para desprenderme de tantas cosas que me tienen todavía atado a lo que no te agrada y a no vivir a cabalidad el proyecto de vida que me insinúas debo realizar en lo de cada día para vivir tu voluntad y acertar con lo que quieres. Te entrego todo lo que con mi mano izquierda no he sabido hacer para que te amen los demás, cuando tuve la oportunidad de dar y de darme a los que se acercaban a mi vida en busca de lo que me diste para darles a ellos desde tu amor y misericordia. Y por las veces que no supe callar para que se conociera tu obra en la vida de mis hermanos, desapareciendo lo que yo hacía en bien de ellos. Líbrame, amigo Jesús, de todo lo que no sea para el bien de los demás y de mi vida.

En este momento quiero adorar la llaga de tu mano derecha y bendecirte por todo lo que me insinúa para mi vida espiritual. Son esos caminos que nos has señalado como el Maestro de nuestra vida, que permiten que lleguemos a la meta que nos has ofrecido en este momento. Quiero también darte gracias porque he visto esa mano bendecir a todos los que llegaban a Ti y los que Te salían al paso podían descubrir esa mano que los bendijo; esa mano que los llamó; esa mano que les abrió un nuevo camino; esa mano que les indicó el rumbo que debían tomar. Esa mano que tomó pan lo bendijo y se los dio multiplicado para saciar el hambre; esa mano que quiso mover en la cruz para decir a María que tenía allí a su hijo y que le quiso indicar a Juan que María era también su madre. Esa mano que tomó el pan para convertirlo en su cuerpo y el vino, para darlo a sus discípulos, convertido en su sangre. Esa mano que curó a tantos y que escribió en la tierra para defender a la pecadora. Esa mano que tantas veces pusiste sobre los niños para decir que los preferías o que sanaba a todos sin distinción de razas, culturas ni de enfermedades. Allí en la Cruz la reconozco como la mano que no quiere ser desclavada de ese lugar para decir que es bendición eterna para el que la mire. Ahora mismo me estás bendiciendo, Amigo Crucificado.

Déjame adorar la llaga del Costado. Allí nos abrió el funcionario romano lugar para todos y para tener intimidad contigo, Señor del Amor y de la Misericordia. Agradezco a aquel soldado que nos abrió el camino para entrar todos en ese corazón que nos ama y nos espera desde siempre. Te quiero mirar silencioso y con el silencio callado de tu amor hacia nosotros en el momento de tu entrega, cuando abriste de par en par tu corazón para recibirnos en cualquier estado de ánimo en que estemos y por lo mismo para consolar nuestra débil naturaleza humana. Sobre todo, te quería decir que siempre me he sentido muy amado por Ti. Y ese amor reclama amor a los demás que me rodean en todo momento. Mil gracias, mi Señor y Amigo del alma, por enseñarme sin decir nada que el amor es gratuito, que Tú nos regalaste la vida y nos acaricias en todo momento con tu amor y por lo mismo la vida la debemos vivir a ritmo de dar amor a todo el que encontremos. Pero déjame instalarme, Señor, en ese lugar que abriste para mi en tu pecho y de donde no me quiero retirar. Hoy que te he acompañado en este camino de la cruz he ido entendiendo que el amor es un ritmo que debemos poner a todo lo que hagamos. Gracias, Amigo Jesús, por esa llaga del costado, que nos hace ser como una comunidad que se reúne en torno a tu divina Persona. Sabemos que nos estás siempre esperando lleno de alegría y de amor porque tu corazón es siempre invitación a los que quieran para vivir de nuevo el Evangelio a ritmo de latido de amor.

Pero te quiero adorar, Mi Señor, también en la llaga de la Corona de espinas, que llevaste en tu cabeza. Allí, Amigo Jesús, caben tantos pensamientos y tantas realidades de nuestro entendimiento que se ha dejado cautivar por tantas otras cosas diferentes a tu Persona divina. Cuando te miro coronado de espinas pienso en tantas de aquellas cosas que nos torturan a los hombres de este tiempo y que provienen del entendimiento mal manejado y sin tenerte en cuenta a Ti, Rey de la gloria. Porque ahora entiendo más que nunca que es una verdadera corona, porque a nosotros nos torturan tantos pensamientos y deseos que nos desbordan y roban nuestra paz. Sobre todo a los que sufren de toda esa inestabilidad emocional que pierden el dominio de si y están continuamente en busca de ayuda para su psiquismo enfermizo reclamando siempre una autoestima baja que no les permite ser felices. Por eso, mi Amigo Jesús, hoy voy entendiendo que esa corona de espinas es remedio para tantos males y tantos que sufren en nuestro mundo sin encontrar consuelo ni medicina adecuada. Si te miráramos mas veces y oyéramos a Pilatos decirnos: “He aquí el hombre” y aprendamos de una vez como tenemos que mirar siempre al amor de Jesús en el acto supremo de su entrega y descubramos eso que debemos ser cada uno de nosotros.

Quiero terminar abrazando tu Cruz. Que en definitiva es mi Cruz. Y por lo mismo dar el agradecimiento a tu divina Persona por la entrega de tu vida para que tengamos vida. Mi Dios y Amigo. Simplemente te quiero decir una palabra nacida de la vida y de lo que hemos aprendido de tu amor. ¡Gracias, Jesús Amigo! Que tus llagas nos curen de todo lo que no nos deje ser felices en la vida y nos ayuden a vivir responsablemente la historia que nos entregaste en lo de cada día. Ya no te vuelvo a decir que me quites la cruz ni que me la condenes. Te la voy a agradecer cada vez que la cargue sobre mis hombros y te pueda mirar. Sólo sé que Tú olvidarás tu cruz por cargar la mía, como lo decía Teresa cuando nos enseñaba a orar. Beso reverente tu Cruz, Señor y quiero decir que al mirar tus llagas me llenaré de fortaleza para permanecer en el amor y vivir la tarea que me regalas de hacer mi camino de todos los días, lleno de esperanza.

No hay comentarios: