viernes, 9 de noviembre de 2007

La Reconciliación

Cuando hablamos de reconciliación o de penitencia o de confesion nos encontramos con una serie de términos que tienen diversas acepciones y en todas, ellas sentimos como que no alcanzamos a comprender Ia totalidad del regalo de Dios para nosotros en los momentos de dificultad ó de pecado.

Porque pecado es todo aquello que no me deja ser hombre. Eso qué atenta contra mi dlgnidad dé cristiano y por lo tanto de hombre. Debemos recordar que Dios nos creó para que fuéramos felices, viviéramos realizados (GS 19) porqué "desde nuestro propio nacimiento estamos llamados a la unión con Dios"

Y el origen mismo de la reconciliación nace de la eпcarnación de Jesús, que se hizo hombre para comprender y conocer la humanidad no desde fuera o por lo que le digan sino por lo que Él mismo ha experimentado. Y sobre todo porque Jesús sabe que el sentido de la cruz y su еntrеgа por nosotros fue para liberamos del pecado. Es decir que el precio del pecado fue la muerte misma de Jesús. Y por lo tanto nos encontramos con Juan 2, 27: que porque nos conoce, nos rеgаlа lа Reconciliación.

Y por lo tanto la dinámica del crecimiento que, en definitiva, es la clave misma de la vida espiritual y esta clave se ilumina con Jn 21,15: "porque tu sabes que te amo..." y se completa así con Jn 2,27: un Jesús "que sabe lo que hay en el interior de cada uno..." y el amor misericordioso que nos regala este sacramento para sanarnos y para recrear la experiencia de Dios en cualquier momento de la vida.

Este es el misterio de la misericordia divina que nos conoce, nos ama y nos perdona y por eso desde que Jesús dio la vida por nosotros estamos predestinados para la vida de la Gracia y del Cielo. Y por lo mismo nuestra experiencia no termina en el error y en el pecado, sino que siempre tiene un perdón. Es el precio de la sangre de Jesús que nos ha liberado del infierno y nos mereció el cielo.

Yo llamaría mucho la atención diciendo, que ya, yo no merezco el infierno ni he perdido el Cielo, sino que mi fe en el misterio de la Encamación y Redención me lleva a afirmar con Pablo: que "Dios nos amo y se entregó por nosotros" (Ef. 5,1) y por lo mismo no debo decir que merezco el infierno y que perdí el cielo, porquе sería negar la redепсión misma de Jesús. Es que el precio de todo ello es nada menos que la misma sangre del Hijo de Dios, que nos abrió Ias puertas del cielo y venció el poder del infierno.

Y aún en el caso de Pedro (Jn 21,15) debemos dar la respuesta inmediata suya, que a pesar de fallarte al mismo Jesús lе responde con toda naturalidad: "tú sabes que te amo" o "Tú lo sabes todo, Tu sabes que te amo".

Es el momento de descubrir en este sacramento la Misericordia Divina y la posibilidad de recопocег de que a pesar de nuestra debilidad, Dios nos puede recrear. Por lo mismo toda confesión deberia empezar por el reconocimiento de Jesús, que es nuestro Salvador, y luego por decirle con toda convicción , "Señor, Tú sabes que te amo" y luego si enunciar la raíz del pecado. No tanto una lista de pecados, sino la raíz misma del pecado que nos ayude a descubrir la dinámica de la tarea de la reconciliación que no es otra que superar lo que ha sido el pecado.

Porque el amor de Dios es más grande que nuestro mismo pecado.

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