jueves, 16 de julio de 2009

Fiesta de Nuestra Señora del Carmen




Homilía del Padre Francisco Javier Jaramillo J ocd


1º Lectura: Reyes I 18, 41-46
Salmo 14
2º Lectura: Gal 4, 4-7
Evangelio: Jn 19,25-27



…“De escucharle y no le escuchaban. Y entonces le mandó aquella sequía, como tantas sequías de nuestra historia y de nuestra vida que provienen, no porque Dios nos quiera castigar, sino de nuestro actuar, de nuestro vivir, de nuestro no descubrir en la realidad y en la historia la presencia de Dios y la vida de Dios.

Y luego viene la abundancia del agua, que realmente después se convertirá en riqueza de la naturaleza para que los animales tengan el pasto necesario, para que brote de la tierra también el alimento, el pan, el trigo.

Y también para que nosotros tengamos la realidad del contacto con la suavidad de Dios que nos baña y nos empapa con su gracia y con su bendición.

Luego viene esa experiencia de la vocación que nos regala el Señor de la que habla Pablo.

Y ahora en definitiva nos encontramos con la palabra del Señor en el evangelio que de una manera especial se inventa todavía un regalo más para nosotros. Ya Cristo con una imaginación increíble y con una sabiduría única se había inventado la Eucaristía como un regalo: el mayor y el más grande. Y es el más grande como regalo para el camino del hombre: LA EUCARISTÍA.

Pero cuando estaba colgando de la cruz y ve a su madre, se da cuenta que todavía tiene una riqueza inmensa: es MARÍA y que ÉL nos la quiere regalar. Y por eso mirándola a ella le dice: “mujer” una palabra llena de contenido, porque mujer para ése momento significaba prácticamente una condición de levantar de la nada, de lo que no valía, de lo que no contaba y decirle: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” era destacar la persona y la fuerza de María, para que nosotros en la iglesia y en el caminar de la iglesia, descubriéramos esto que significa María para nosotros.

María no es algo accidental, María no es alguien que le roba nada a Jesús, al contrario ¿recuerdan cuál era el salmo responsorial, que repetíamos al ritmo de vida? “Atráenos Virgen María, cantaremos en pos de ti”. Atráenos.

Yo quisiera también decirle de nuevo a María que nos atrajera. María no tiene color, no tiene forma porque hay veces que la vestimos de café y decimos que es la Virgen del Carmelo. Pero María… María es esa inmensa mujer, madre de Dios y madre nuestra que abre todos los caminos para llevarnos a Jesús.

Pero esta María de la advocación del Carmen nos refleja con un signo y un símbolo, el ESCAPULARIO: quitémosle todo lo mágico al escapulario, y descubramos qué nos quiere decir María con ese pequeño símbolo.

Es una protección. ¿Protección para qué? Para la vida, por eso las promesas de María se mueven en ése tono: “En la vida protejo, en la muerte ayudo y después de la muerte salvo”. Es alrededor de lo cual gira el escapulario. Quitémosle todo lo mágico, insisto. Y quedémonos con el evangelio.

Porque ¿qué nos quiere decir ese pequeño símbolo del escapulario puesto, y además, llevado con alegría, llevado como símbolo y testimonio de haber descubierto un día que creemos en el Señor? Eso es lo que nos va a decir: Que cada uno de nosotros que lleva el escapulario tiene que vivir con la condición de bautizado, volver a descubrir el Bautismo, ser testigo del bautismo que se recibió.

Y por eso el escapulario, no es un signo mágico, hay lugares y hay formas en que muchas veces lo hemos convertido en algo mágico, pero es una protección tan segura de María que se convierte en bendición, que se convierte en gracia, que se convierte en alegría para poder vivir al ritmo del amor y al ritmo de la gracia.

Pero todavía más. Ese escapulario que llevamos nos recuerda varios elementos fundamentales para la vida cristiana. De nada nos valdría tener un escapulario si nosotros no somos capaces de leer lo que dice. Ese escapulario te dice: ¡VIDA! Tienes que portarte a la altura de la vocación a la que ÉL te llamó, de cristiano, de bautizado. Y por lo tanto, es un recuerdo continuo de esa vocación.

Nos va a recordar que el elemento fundamental que tenemos que hacer y vivir, después de llevar el escapulario es: conocer la palabra de Dios, porque la palabra de Dios era el alimento que María tenía y que vivía.

Por eso María escuchaba la palabra de Jesús, la llevaba al corazón, la metía dentro del corazón, la meditaba y luego la ponía en práctica. Miren la tarea…quítenle todo lo mágico al escapulario y vivamos de nuevo a ritmo de evangelio, a ritmo de gracia, a ritmo de don de Dios.

Pero tiene todavía más, que eso hay que convertirlo luego en dos grandes expresiones. En mi búsqueda de Dios a través de la oración, el hablar, el dialogar, el encontrarme con ÉL desde la palabra, desde la vida desde la cotidianidad, desde lo que vivo, convertir en oración la vida. Vivir al ritmo de oración.

Y cuando uno logra descubrir que la oración no son rezos separados, sino que es la vida misma llevada a esa experiencia y cercanía de Dios, entonces aprende que la oración es un elemento vital para el cristiano. Imposible ser cristiano y no orar, imposible ser cristiano y no llevar en la práctica profunda esa manera de dialogar con el Señor.
Y otro elemento todavía más, bien significativo que es: luego convertirlo en obras, es la Caridad, es la expresión. Y que bien nos viene ahora, justamente con la lección que nos da el Papa: “vivir la caridad en la verdad” en la verdad confrontada en la historia, volver a retomar esta realidad de poder hacer por el hermano lo que está a nuestro alcance. Porque la vida cristiana exige eso: HACER POR EL HERMANO.

La vida cristiana exige que esa caridad no sea nada más obritas… ¡No! Limosnitas… ¡No! Sino que sea actuar continuo en el amor de Dios que me lleva a comprometerme a cambiar el mundo en el que vivo.

Y finalmente, que bueno poder descubrir esa vocación a algo más alto que lo que tenemos entre manos y poder transformar lo que tocamos a ritmo de ese Dios que experimentamos y que nos recuerda el evangelio.

Por eso el escapulario y la devoción de la Virgen del Carmen nos llevan entonces a vivir en serio la vida cristiana.

Entreguémosle pues al Señor en este día, esta vocación que pone en nuestro corazón. Volvamos a redescubrir lo que es llevar el escapulario y gozar con la cercanía de Dios, comprometernos con el Dios del evangelio.

Es que la Iglesia no es teoría, la iglesia no es únicamente misas de domingo. También las misas de domingo hay que volverlas a descubrir, pero eso se descubre a ritmo de oración, a ritmo de caridad, a ritmo de amor y a ritmo, también, de leer y escuchar la palabra de Dios.

Hermana y hermano, que esta Fiesta de la Virgen del Carmen te recuerde que tienes una madre tierna y dulce como decían las oraciones y las lecturas. Una madre que va a volver, de nuevo, a regalarte el amor, la alegría y la paz.

Esta iglesia tiene que ser una iglesia de gente alegre, de gente comprometida, de gente que lucha en el día a día y de gente que experimenta que María llena a cada uno de esperanza, de amor y de vida. Sigamos con nuestra celebración.