miércoles, 18 de septiembre de 2013

La generación del 'Me gusta'

 “¿A quién se parecen los hombres de esta generación? (Lc 7)

 He aquí el camino de la sabiduría: aprender a amar a un Dios que no me gusta, que no siempre me complace en mis deseos: “Padre que se haga tu voluntad y no la mía”, aprender a amar a las personas que no me gustan, porque eso que no me gusta del otro es lo que está esencialmente en mí y no me atrevo a comprenderlo; aprender a aceptar lo que de mí no me gusta solo porque he dejado de compararme y he aprendido a verme desde los ojos misericordiosos de Dios , aprender a acoger de la vida lo que no me gusta, la cruz de cada día, y decir, a pesar de todo aquí hay algo que está puesto por Dios para enseñarme y aunque no satisface mis deseos me ayuda a crecer. La única manera de vencer la veleidad de la carne y la inconstancia propia de la sensualidad, nos dice san juan de la cruz, es acostumbrarse a obrar en razón, no por el sentimiento sino por lo que hay que hacer.
Preferimos buscar un Dios a nuestra medida, según nuestros gustos, pero la Palabra de Dios, que es viva y eficaz como una espada de doble filo, no está para complacernos a nosotros, sino para hacernos crecer en una voluntad más firme, no tan inconstante y caprichosa , y nos recuerda que hay dentro de cada ser humano una fuerza del Espíritu que nos puede impulsar a acoger a Dios, a los demás y a nosotros mismos con un amor y una caridad mayor que sobrepasa el sentimiento, que es, en fin, ir alcanzando la plenitud humana.
De muchas maneras y estilos Dios intenta acercarnos a El : Como una gallina he querido cubriros como pollitos” para que unidos a su amor podamos vivir a plenitud. “Vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía y dijimos esta endemoniado, vino Jesús que come, bebe, baila y dijimos es un pecador”. Si, para el que está buscando solo el cumplimento de sus deseos y caprichos no hay forma de hallar la fe que colma de alegría. Hemos de permanecer como la generación del aburrimiento, pues esto tiene la sensualidad, siempre dice dame más, dame más, y nunca se satisface. Oh voluntad divina, quien bebió de sus fuentes, descansó.
 

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