martes, 20 de agosto de 2013

Para el amor no hay nada imposible

“Que difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas” (Mt19)

“Los océanos no podrían apagar el amor, ni los ríos extinguirlo. Quien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, sería despreciable” (Ct 8)Los discípulos se espantaron como nosotros con las declaraciones de Jesús sobre las riquezas, solo el amor nos puede ayudar a sup...erar el escándalo.
Los bienes que Dios nos ha dado no son solo materiales, dentro de las riquezas hemos de incluir los bienes naturales de inteligencia, belleza, gracia, los sensuales que nos colman de aromas, sonidos, gustos, sensaciones, imágenes; los bienes morales que son posibilidad de hacer obras de justicia: la limosna, ayuno o la oración, bienes más excelentes como los sobrenaturales: capacidad de obrar prodigios, predicar, sanar, expulsar demonios y finalmente los bienes espirituales como medios con las que nos acercamos a lo divino: un oratorio, un sacerdote, un libro…todos esos bienes son riquezas en las que podemos poner el gozo de la voluntad antes que en Dios y por eso impiden que el alma se una a Dios, goce de la presencia del Espíritu Santo.
Ciertamente es el deseo de la gloria de Dios, el amor muy puro por Jesús y el deseo de seguirlo en la cruz, despojado material y espiritualmente, en desnudez completa, lo que lleva al alma a experimentar el cielo en la tierra, a unirse a su amor abismal, pues no solo se ha despojado de las cosas, sino por amor a Cristo, hasta de sí mismo. A este despojo por amor entrañable responde el Señor con el ciento por uno: No faltaran verdaderos familiares y amigos, lugares donde habitar, y por supuesto las persecuciones, que son las que purifican las obras que Dios realiza por medio nuestro y nosotros tendemos a apropiárnoslas.
Cuando santa Teresa trata el tema del desasimiento o desapego lo resume bellamente en su lecho de muerta así: “Hijas, libres las quiere el Señor atadas a sólo El”, aclara san juan de la cruz: “la voluntad no ha de gozarse sino en lo que es gloria y honra de Dios y la mayor gloria que podemos darle es servirle según la perfección evangélica y lo que es fuera de esto es de ningún provecho para el hombre (SM L3)

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