viernes, 30 de agosto de 2013

El Tesoro del Campo

 Comentario al Evangelio del 30 de agosto de 2013.

“El que lo encuentra lo deja oculto, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mt13)
“El Reino de los cielos, el tesoro escondido en el campo, es el amor poderoso de Dios entregado gratis al que acoja el testimonio de Jesús, su Hijo Amado. Para poder recibirlo si, nos hemos de despojar de todo lo que no es El, incluyéndonos nosotros. Este tesoro vale más que todas las cosas del mundo. “un hombre vendió todas sus tierras por comprarlo” sugiere el Evangelio. Es el único tesoro que no lo corrompen el moho y la herrumbre, ni lo pueden saquear los ladrones, ni lo pueden dañar los vándalos, es el amor de Jesús, la fuerza de su resurrección, el Evangelio.

 Cuando la violencia y la guerra se toman las naciones, cuando vemos los niños muertos de siria, los campesinos derramando sangre en sus rostros, los soldados mutilados, suspiramos como Marta y decimos: ¡Señor, si estuvieras aquí, mi hermano no habría muerto” Si Jesús fuera el tesoro en el que tenemos puesto el corazón no nos dejaríamos robar el amor, el tesoro, ni siquiera por las oleadas de odio o rencor que pueden venir de las injusticias, como fueron injustos con El y permaneció manso y fuerte en el amor. Fue con esa mansedumbre y con esa paciencia como El triunfo y como han liberado naciones los que primero se vencieron a sí mismos en la capacidad de odio, de ambición y deseos de poder, así lo hicieron Mandela, Gandhi, Martin Luther King

 De donde vienen los conflictos, se pregunta el apóstol Santiago “no es de las ambiciones y pasiones que reinan en sus corazones, codician y no obtienen, envidian y solo alcanzan inquietud, piden y no reciben porque piden para satisfacer sus pasiones”, de nada sirve tener comida si no tenemos amor, es preferible un caldo de papa con amor que un banquete injusto en la casa de los poderosos.

 Alguna vez he estado cultivando con los campesinos y he descubierto este tesoro: “El Hijo de Dios era un campesino, trabajó al sol y a sombra y se cansó y sudó, mi alegría, mi tesoro saber que un Dios se encarnó y me amó hasta hacerse uno conmigo, no quiso ser un senador romano o un gobernante, El vivía la ley del amor: Que se haga semejante al amante a quien quería que la mayor semejanza más deleite contenía. Quisiera solo eso vivir esa ley, parecerme a él, poseer el tesoro de su amor.


Fray Wilson Ossa

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