miércoles, 30 de octubre de 2013

Llamados a tanto


“A los que predestinó, los llamó, a los que llamó los justificó, a los que justificó los glorificó” (Rm)

Predestinados:
Antes de que fuera engendrado el orbe de la tierra y fluyeran los manantiales, las galaxias, ya estabas destinado en el corazón de Dios Padre a ser uno con Jesús, el esposo de las almas, es la certeza que te reveló el espíritu el día que creíste en Cristo y empezaste a tener vida eterna, supiste que estabas predestinado a compartir la gloria de ese amor, a gozar de esas bodas.
Llamados:...
Entonces empezó para ti una lucha, fuiste llamado a la conversión, un esfuerzo por mantenerte dócil como el barro para que las manos de Dios te fueran formando a imagen de su Hijo; el pecado hacía resistencia, el orgullo, la codicia, la lujuria, la ira aparecieron más evidentes ante su luz, había que extraerlo del alma, las manos del médico querían sanarte y experimentaste la noche oscura, el sufrimiento, el despojo, te estaban rehaciendo desde adentro, habías sido llamado a ser de otra forma y para pasar a tener una vida divina había que recrear la condición mortal de la criatura hasta hacerla espiritual y divina.
Justificados:
Entendiste que el camino estecho y la puerta angosta era práctica de la voluntad divina, abandono en su providencia, humildad de corazón, mortificación necesaria, oración continua, practicas imposibles sin la gracia que te comunicaba María. En ella aprendiste a confiar plenamente en El, ella te producía la fe de la encarnación que te permitía seguirlo cuando todo era más oscuro, cuando se vaciaban las potencias, se desnudaba la voluntad, se empobrecía la memoria, se entenebrecía el entendimiento. Conociste tu misma miseria y la alianza irrenunciable de su misericordia, habíamos sido justificados por la sola fe. Si fuéramos mas pequeños el camino hubiera sido mas sencillo, pero bueno…estábamos nosotros.
Glorificados:
Y aquí vamos, cada día empezando de nuevo, sostenidos por los gemidos de la esperanza que nos saca el Espíritu, con la esperanza de ser hijos de Dios en plenitud, de unirnos a nuestro Dios definitivamente en el Espíritu; esperanza tan grande, tan imposible de ser soñada por nosotros mismos que hizo decir a san Juan de la Cruz: “Oh almas llamadas para tan altas grandezas y para ella llamadas, que hacéis en que os entreteneís, vuestras pretensiones son bajezas y vuestras riquezas miserias, llamados a tanto o entreteneís en tan bajo”. Y sin embargo todavía queremos seguir corriendo la carrera, nos espera la medalla de la gloria o el infarto, las dos valen.

Fray Wilson Dario Ossa Betancur ocd

No hay comentarios: