sábado, 23 de abril de 2011

Jueves Santo 2011

fco. javier jaramillo j. ocd


Una vez más, quiero ponerme en las manos de Dios y volver sobre este ejercicio de compartir esta experiencia maravillosa de haber sido llamado a este servicio nunca acabado de ser sacerdote de Cristo. Hace varios años había compartido con muchos de los que me rodeban en mi búsqueda de dar lo que Dios me regaló para dar.


Hoy, quiero agradecer de nuevo al Señor por este don del sacerdocio. Me he sentido toda la vida muy feliz de ser sacerdote y quisiera comunicar esta alegría profunda a los jóvenes de hoy para que también ellos puedan experimentar esta posibilidad y esta vocación de ser feliz y se atrevan a buscarlo, Él está en este camino. “Vengan y vean”.


Cómo quisiera comunicar esa presencia de Jesús por mi ministerio sacerdotal y tener la fortuna de poder hacerlo transparente a través de mi pequeñez y de mi enamoramiento de Dios. Alguna vez logró alguien decirme que se había “enamorado del Jesús que yo llevaba dentro” y me hizo estremecer de saber que soy alguien que lleva a Cristo en su vida; pero también las veces que tengo que pedir perdón, con toda mi alma, por el bien que he dejado de hacer como sacerdote. Cómo me duele, porque me doy cuenta después de haberlo vivido y esto me lleva a decir que soy muy consciente de que he tenido muchos pecados de omisión con mi sacerdocio, y eso por no ser generoso tal como lo debería haber sido como lo tendría que ser de cara al Señor. Es que esta vida está hecha de valores y límites. Me da una alegría inmensa pensar en todo lo que me regaló el Señor para dar; pero cómo me duelen esos límtes.


Quiero decirte que mi vida sacerdotal ha estado marcada por unos amores que no se han deteriorado con el paso de los años: amor a la Eucaristía, amor a María, amor a esta mi querida Iglesia y el amor de la Cruz. Que siempre ha marcado mi vida. Y no puedo dejar de decir que me ha enamorado todo esto a través de la Palabra.


Tampoco puedo disimular el agradecimiento que tengo con el Señor por haber vivido todo ello desde un lugar privilegiado, que ha sido el Carmelo. Me he sentido feliz en este ambiente que me ha favorecido la posibilidad de hacer mi experiencia de Dios.


Recuerdo que mi amor a la Eucaristía nació en mi niñez y lo aprendí desde el amor de mi madre, cuando ella, antes de yo nacer oraba todos los días ante el Santísimo al llegar del colegio. Y luego me he gastado muchas horas delante de Él compartiendo todos mis dolores y alegrías y allí he dejado la fuerza de mi mismo sacerdocio. El Señor sabe que la fuerza de tantas realidades de servicio evangelizador nacieron alli.


María ha iluminado tantos momentos de mi vida en este Carmelo, que es nada sin la Oración y sin María. He vivido enamorado de la vida y de los lugares que me regaló para hacer este camino. He amado cada lugar con alegría inmensa y en ellos las personas que encontré para reconocer a Dios y que en cierto sentido ha sido mi experiencia de Iglesia y por lo mismo así he vivido intensamente la Iglesia. En todas partes me he encontrado con el Señor de la vida.


No puedo no hablar de la Cruz, que a veces rechacé, pero que siempre aprendí a amar en todo momento e incluso siempre la besé con respeto, a veces sin entender nada. Pero me acosté en ella como Jesús amando a la Iglesia, a mi gente y la historia que me ha permitido experimentar.

1 comentario:

Javier dijo...

Sus palabras, Padre Francisco, siempre traen paz y alegría. Gracias por compartirlas.