jueves, 21 de abril de 2011

Dios me bendijo invitándome al ser sacerdote

fco. javier jaramillo j. ocd


A los casi 47 años de ser sacerdote, miro la vida desde este Jueves Santo y me maravillo de las cosas estupendas que hace Dios con nosotros. Miro mi pequeñez y lo grandioso de este llamado y solamente le logro decir: GRACIAS.


He pasado mi mirada por todo este tiempo, que se me ha hecho como un día y he visto que nuestro Dios obra con nosotros maravillas. Hoy quiero recordar mi servicio de sacerdote desde los que se me adelantaron, en especial en aquellos que me dejaron una huella en el alma y me llenaron de Dios con su amor y su vivencia de Jesús. Gracias, Alicia y todos los que ya están junto a Dios. Miro mi vida y veo todo lo que ha ido haciendo Dios con lo que soy y lo que tengo y solamente le digo GRACIAS.


Sigo caminando por la vida ya pasada la escala de los siete y veo que no se ha envejecido para nada este ministerio. Lo veo como para estrenar. Maravilloso que en vez de gastarse se ha renovado. Dios se glorifica desde lo poco que soy y desde lo que me ha dado. Y lo que sale a relucir es que todo lo ha hecho El y que yo no he hecho nada. Estupendo saber que Dios se sirve de estos instrumentos como los hombres para mostrar al mundo su amor y su misericordia. Por eso no me queda sino decir a todo el que encuentro que el obrar de Dios se esconde de modo maravilloso en lo pequeño de lo que somos los sacerdotes. Por eso te digo, Señor: GRACIAS.


Cuando ha ido pasando el tiempo he sentido también en muchos momentos que casi no era necesario que me ayudara nadie, ahora veo que sin los otros no puedo hacer casi nada y por lo mismo Dios sigue haciendo lo mismo de antes y todavía mejor, porque lo que resulta no es lo que hago sino lo que Él mismo hace. Así no queda sino decir con toda el alma y con toda la alegría de ser pobre y necesitado: GRACIAS.


Hoy es JUEVES SANTO y viene a mi mente cada uno de los momentos en que he podido yo ser instrumento de la Gracia y del Amor en la confesión y en la Eucaristía y cuando al dar el perdón ví que entregaba al mismo Jesús. Y descubrí que Él pasaba por mis pobres manos y caminaba conmigo, repitiendo aquello que me dijo mi tío Rafael, el día en que me ordené sacerdote: “procura pisar de tal manera que no se te ensucien las sandalias” y así he aprendido que Dios camina conmigo al ritmo de mi vida y que mi pobreza se hace una gran riqueza para otros No tengo palabras para decir todo lo que me ha dado mientras iba dando la Palabra y viviendo el anuncio del Reino. Por eso también te digo: GRACIAS, SEÑOR.


Hoy quiero dejar pasar a toda la gente que he ido encontrando en este ministerio en todos los campos de la vida, en los sacramentos: Confesión, Unción, Eucaristía, Bautismo y en la participación con ellos de los mismos. Porque he crecido al administrarlos y he vivido la misma experiencia de los que participábamos. Y ni hablar lo que ocurría cuando oraba con ellos en todo momento, porque el eje de la oración era el mismísimo Espíritu. Dios se hacía presente. Así es que me inclino reverente ante la Obra maravillosa de Dios entre los que viven junto a mí el servicio eclesial de mi ministerio. Te digo: GRACIAS.

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