domingo, 20 de abril de 2014

En esta hostia



HUGO, TESTIGO DE LA RESURRECCION

Hugo tenía esa consciente claridad de la resurrección que le permitió adentrarse en la muerte sin miedo. El último Sábado Santo se despidió de nosotros muy sonriente, aunque agotado por la enfermedad había reservado un último bocado de una torta de frutas para decirnos que; así, dándose como alimento, se quedaba. Fuimos con su hermana y se nos despidió con la certeza de que entrar en la muerte es vivir la pascua, un paso que, s...i es vivido con confianza en la misericordia divina, mas que asustarnos hemos de ansiarlo.

La confianza le vino de rezar el Avemaría tres veces, de la Virgen obtuvo su inquebrantable fe y quizás los brazos en los que se acunó su conversión. Fue como todos los hombres un tanto confiado en sus propias fuerzas, tozudo; pero eso tiene la enfermedad, que nos enseña el límite y nos coloca de frente a la la muerte. De la virgen y de la compañía de Dios en los suyos le vino el creer en el perdón, en perdonar y ser perdonado y abandonar el mundo en paz. Para decir luego con los resucitados: la paz esté con ustedes.

Hugo resucitó, le bastaron sus últimos años consagrados a la Virgen, una entrega total a la evangelización de un pequeño grupo de oración en un poblado cercano a la ciudad, pero sobretodo la confianza en la misericordia divina manifestada en su hijo Jesucristo.

Dias antes en su casa nos había convocado para que orando por su salud descubriéramos que solo nos enferma el no sentirnos perdonados, el apretón de brazos, el abrazo que acoge la debilidad y las caídas, son finalmente el ultimo signo del Dios humanado, del padre compasivo, después viene el adentrarse en sus entrañas misericordiosas y de alli no salimos. Compartimos la eucaristía, la unción de los enfermos, café con galletitas, en un esbozo de ultima cena que presagiaba el camino.

El domingo de resurrección ya no estaba ni en la cama del hospital, ni en el sepulcro, se escondió, se abrió brecha entre la noche y con una fe mas fuerte que un hacha se metió con Cristo en la Eucaristía. Allí se quedó. Allí, los que esto entiendan nos quedaremos para celebrar eternamente la pascua, el deseo de amar mas alla de lo que podemos por nosotros mismos.

Unos versos resuenan para confirmar lo dicho: quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el ultimo día. Intensos, apresurados, te pedimos Señor que el tiempo se densifique y hoy podamos contemplar tu obra, que colmados de esperanza, te veamos y nos veamos para siempre unidos a ti en esta hostia.

 Fray Wilson Dario Ossa Betancur ocd

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