Hoy, hace 56 años tomamos hábito 8 compañeros y empezamos el
Noviciado en Villa de Leyva. Al orar mi
vida y encontrarme con la figura delicada y firme del P. Ricardo del Sdo.
Corazón, fundador del Carmelo en Colombia en ese lejano 1911, nos sentimos
empezando otro capítulo de la historia de lo que es hoy la
Provincia Colombiana de los Carmelitas
Teresianos. Todo ello precedido por unos
ejercicios espirituales, predicados por el neo-sacerdote P. Eugenio de la Sda.
Familia..
Cómo olvidar ese encuentro con ese pueblito que era en ese
momento Villa de Leyva, medio destruido.
Imposible olvidar esa llegada, vía Arcabuco a las 6 pm y apenas
titilaban una lucecitas debiluchas en el pueblo.. Era el 29 de noviembre de 1956. Y la recepción a media luz para nosotros que
veníamos acompañados del P. Olegario, nuestro director del Seminario Menor y el
entonces Hermano Gerardo. Habíamos
salido de Bogotá a eso de las 6 am y llegamos a Tunja pasado el medio día. Era toda una epopeya el viaje.
Pero volvamos a ese comienzo porque quiero decir que nos
recibieron el Prior, P. Ricardo, el Maestro, P. Eladio, el P. Ildefonso, ex_misionero
de la India por más de 30
años y que también había sido nuestro profesor en Monticelo a su llegada en 1953,
y el P. Eugenio; además del Hno. Cosme, que era el único profeso simple de los
Hermanos, es decir la comunidad en pleno nos esperaba y nos dio la
bienvenida. Nos acomodaron en las
celdas. Toda una novedad! Una cama que
consistía en dos burros y un tablón y una esterilla sobre la misma con sus
cobijas de lana, pero nada de colcha.
Detrás de la puerta colgaban la disciplina y la cadenilla, instrumentos
de mortificación que íbamos a a aprender a usar, al ritmo de la vida
ordinaria.. Una Cruz, sin cristo, o como
diría san Juan de la Cruz,
la Cruz desnuda. Yo después le añadiría a la puerta, la
letrilla de santa Teresa: Nada te turbe.
Que me acompañó toda mi vida de estudiante y la leía al entrar y al
salir de la habitación, celda, la
llamábamos en nuestro mundo monástico.
Tengo que decir que en ella no teníamos ni silla, ni mesa donde
escribir, porque para escribir, teníamos que levantar la esterilla y buscar el
mejor lugar del tablón para escribir.
Después de este encuentro con uno de los lugares privilegiados
para vivir la vida en el Carmelo nos recibieron con la cena. Recuerdo esos tablones largos en los que
pasaban los platos para servirnos. Y
allí los 8 en silencio escuchábamos y observábamos lo que iba a ser nuestro
ambiente, además de una casa hermosa con unos claustros enormes y la
capilla. Cómo olvidar ese Cristo todo llagado que tendríamos para mirar en la
oración de todos los días, con esa frase teresiana: “no os pido más de que le
miréis”.
No niego que todo se me hacía nada por las ganas que tenía
de vivir todo eso y por el ánimo que veía en mis compañeros, al menos en casi
todos, porque no sé lo que había en el corazón de cada uno. Pero me imaginaba
que ellos iban por delante de mi en ese camino.
Pero ya estaba allí. Y esos días
de Retiro se me hacían eternos por las ganas que sentía de vestir el Hábito (en
ese tiempo se decía: santo hábito) y de
cuando en cuando le hacía señas a mi compañero más cercano Luis Javier y le decía
cuánto faltaba con los dedos porque el silencio era importante. Y poco a poco íbamos aprendiendo a guardarlo
como una parte esencial de nuestra vida.
Hoy mira la vida y me parece un ayer todo eso, pero ya han pasado desde
entonces 56 años.
Pero mi pregunta en este momento es, a esa distancia de ese
acontecimiento ¿qué es lo que ha hecho Dios?
Tendría que responder: TODO. Pero reconozco también que siento vergüenza
de no haber caminado tanto como esperaba Jesús que lo hiciera y ser un enano
espiritual después de tanto tiempo y gracias y bendiciones que me ha regalado
Dios en el Carmelo. Es una llamado de
atención en este tiempo al comenzar este nuevo año y en este ritmo del
Adviento.. Y justo eso es lo que siento,
que estoy empezando de nuevo, porque como decía Teresa: “ahora empezamos y
procuremos ir empezando de bien en mejor”.
Es siempre una bendición saber de la espera del Señor todo el tiempo que
nos acompaña al ritmo de la vida de todos los días. Y es que parece que el ayer y el hoy se
juntan para reclamar fidelidad a Dios.
No estoy añorando los tiempos pasados sino repasando la
invitación que me ha hecho Dios desde siempre para vivir de acuerdo a su
voluntad. Y mirando el pasado ver la obra maravillosa que ha hecho Dios de mi
vida y de mi búsqueda, que entrelazada con la vida de muchos se ha convertido en
bendición para todos.. Pero al mismo
tiempo para mirar mi vida y mi historia en clave de Redención y dejarla tocar
de esa Sangre de Cristo que libera, que sana, que limpia y purifica, pero que
al mismo tiempo robustece y da la fortaleza para permanecer en el amor y
construir esa “civilización del amor” de la que nos enamoro Pablo VI. Y qué bueno poder crear siempre vínculos
nuevos con toda la historia vivida y con lo que Dios nos da hoy para vivir en
su presencia..
No me arrepiento nunca de haberme aventurado por este
camino. Por el contrario le doy gracias
a Dios de haber encontrado este camino del Carmelo Teresiano, al que quiero
invitar a vivir a los nuevos y a los que de verdad quieran enamorarse de Dios
porque aquí se encuentra y se vive. Yo
he encontrado a Dios en el Carmelo y se lo he entregado a tatos Vivo y presente
en su historia. Yo le he mostrado a
tanta gene el Dios que me he encontrado y quisiera hacer enamorar a todos de
ese Dios Vivo y Presente en la historia.
Le doy gracia a Dios por este servicio y esta experiencia.. Y sobre todo por cada uno de los hermanos que
ido encontrando en el camino, que ya no es corto y que me ha regalado una gama
inmensa de posibilidades, que han sobrepasado las fronteras y me han puesto al
servicio de la Iglesia,
como lo quería Teresa.
Qué alegría volver a recordar el compromiso del primer día
para vivir con toda la lozanía y el poder de la Gracia el llamado en el Carmelo y
poder decir a los que vienen detrás que es posible la fidelidad y una alegría
gastar la vida en el Carmelo. Yo quiero
ser un testigo de eso y que en la vida de comunidad se puede ser feliz si
vivimos con una total dedicación y si alimentamos con la Eucaristía y la Oración la experiencia de la
fraternidad. A Dios e le encuentra en el
Carmelo y sin fronteras porque no se agota en nuestras pequeñas geografías.
Hoy le quiero dar gracias a Dios por este permanecer que es
obra de su Gracia y de su amor. Nosotros
ya vamos terminando nuestro camino y estamos más cercanos al fin que al principio. Por eso me uno a la acción de gracias de mis
compañeros y el resto que quedamos: Alonso, César, Luis Javier, Bernardo y yo. Dios
ha sido siempre fiel y me ha dado la fortuna de permanecer junto a él
intentando acertar siempre con lo mejor y entregarle mi vida..
fco. javier
jaramillo j. ocd
No hay comentarios:
Publicar un comentario