domingo, 24 de febrero de 2013

Tus amigos, Señor

Subiste al Tabor, y lejos de olvidarnos,
nos invitaste a escalar contigo.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Ascendiste al Tabor, y sin dejarnos de lado,
nos hiciste partícipes de algo, que lejos de ser sueño,
fue gloria, presagio, anuncio, pasión, muerte y futuro.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Te alejaste, por un momento, de los que solicitaban tu mano
para quedar sanos
tu mirada para recuperar la fe en su vivir
tus pisadas, para saber por dónde caminar.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Nos cogiste, Señor, y para que supiéramos lo qué era el bien
nos hiciste testigos de una Gloria
de un triunfo, de una cruz, de una pasión
y de una Resurrección que, a todos los que creemos, nos espera
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Trepamos contigo, Señor, a la montaña
y, con nuestros ojos abiertos al Misterio
supimos que algo extraordinario ocurría delante de nosotros:
una voz del cielo, dos rostros conversando contigo y un cielo abierto
¡Qué bien, Señor, estábamos en ese momento!
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Sólo sabemos, Señor, que somos tus amigos
y que, todos los domingos, en la Eucaristía
nos rescatas del mundo a la Gloria de Dios
del sin sentido, a la sensatez
de la mentira, a la verdad
de la debilidad, a la fortaleza
de la muerte, a la Resurrección.
Sólo sabemos, Señor, que algo bueno tenemos
cuando, siendo como somos,
compartes con nosotros estos momentos de bienestar para el alma y para la vida. 
Amén.

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