lunes, 23 de junio de 2008

Sueños

Duerme un niño en su litera,
ve a una reina cual el sol
Su tensa carita de ébano,
el fresco lino quebró.

Duerme un príncipe en su alcoba,
mientras en sueños encuentra
a una reina en brocado
con piel de nácar y seda.

Ambos se ven en sus sueños,
y en un monte muy florido,
se relatan sus encuentros
al mismo tiempo ocurridos.

-Yo ví a una mujer muy bella
con un niño entre sus brazos,
que me obsequió un pectoral
con su retrato estampado.

-Vi a una madre amorosa,
dice el niño amorenado,
que me obsequió un delantal
color tierra, de trabajo.

-Su rostro era igual al mío
-aclara muy alborozado-,
más el príncipe muy pálido,
la vió tal cual su retrato.

-Esta dama de los cielos
es mi Madre y la que amo,
y también es tuya niño,
morenito, flor del campo.

Dijo el príncipe al pequeño
cada vez más asombrado,
-Me pidió fe en su Hijo
y nobleza en mi trabajo.

Habló el niño color cobre
-Una tarea me ha dado:
que sea pastor y lleve
a muchas gentes su abrazo.

-Pero mi padre no sabe
más que cultivar un campo.
No me enseñó a ser pastor
y carezco de cayado.

El príncipe mostró al niño,
entre alegre y consternado
que debía ser pastor
de ovejas que son humanos.

-Te obsequió su delantal
como sayo de trabajo.
-Es que yo tengo muy poco:
algo de amor y dos manos.
-No hay mejores instrumentos.
Y tienes su Escapulario.

María Jorgelina Robasti

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